jueves, 30 de septiembre de 2010

El títere.

Relato para la ilustración "Theatrum Mundi" de mi amigo NiñoCactus (el cree que ilustrar no es lo suyo, pero no estoy de acuerdo):

Volvía al baúl cada noche, al terminar el espectáculo. En cuanto bajaba el telón, se desmadejaba lánguido, brazos y piernas sin vida. Estaba tan cansado, repitiendo continuamente los mismos pasos, día tras día, en cada actuación … izquierda, derecha, vuelta, reverencia.

Pero era en ese justo momento, cuando se cerraba la caja y la oscuridad era absoluta, cuando empezaba a vivir. Como por arte de magia, desaparecían los hilos que lo maniataban y un vigor extraordinario templaba sus músculos de trapo. Se podía poner en pie sin ayuda del titiritero, podía andar, correr y hasta volar. Y con esa fuerza inusitada, abría la tapa del cajón y se elevaba en el aire, quedando allí abajo el teatrillo de madera y el resto amontonado de sus compañeros exánimes.

Subía hasta las nubes y las atravesaba con fuerza, le encantaba agujerearlas y deshilacharlas en hebras de algodón. Después hacia un picado hacia el océano y aterrizaba sobre la espalda de la gran ballena azul. A veces entonaban a dúo hermosas canciones, cabalgando sobre las olas, y otras, contemplaban en silencio reverente el cielo polar vestido de colores.

También le gustaba volar hasta el desierto y dibujar estrellas enormes sobre la arena, todo un firmamento de granos diminutos.

Surcaba los ríos más despiadados, burlándose de rápidos y cataratas; trepaba a los árboles más altos para rozar La Luna con la punta de los dedos; recorría la sabana aferrado a la melena del león; dirigía a rayos, truenos y relámpagos en la orquesta filarmónica de la tormenta.

Todo terminaba al abrirse de nuevo la tapa del arcón. Los hilos volvían a sujetar sus brazos, sus piernas, su cabeza y el titiritero controlaba otra vez sus pasos: izquierda, derecha, vuelta, reverencia …

Poco le importaba, era el dueño indiscutible de sus sueños.

martes, 28 de septiembre de 2010

El campo.

Otro experimento de collage con unas telas fantásticas que me han regalado mis amigas Andrea y Mónica. Son tan bonitas que da pena despedazarlas...



domingo, 26 de septiembre de 2010

Peces.

sábado, 25 de septiembre de 2010

La niña del sombrero.

Hoy he soñado con este paisaje y con esta niña de sombrero enorme, tipo Inés Azul, a la que no conozco. Si alguien sabe quién es, que me lo diga.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

domingo, 19 de septiembre de 2010

Manoli tiene un problema.


Esta es una historia para una ilustración buenísima de mi amiga Almu, que podéis ver en El Complot de los Ácaros:

Manoli tenía un grave problema. Empezó por los bolsos y los foulards y continuó con las gafas de sol y los zapatos.
- Tendremos que mudarnos a un nido mayor- le reprochó su esposo,- aquí ya no cabe más ropa.
Manoli, tan práctica, resolvió la cuestión en el acto: trasladó todas las pertenencias de su esposo una rama más abajo.
Pero pronto el espacio volvió a resultar insuficiente: sombreros, collares, chaquetas de piel …
El problema se agravó cuando se pusieron la tele por cable y descubrió la tele-tienda. Salía de compras durante el día, y seguía comprando durante la noche, repantingada en su sofá. Empezó por comprarse un sillón nuevo, de esos vibratorios que masajean la espalda, con el bajo extensible, para estirar bien las patas. Siguió con una bici elíptica, necesaria para mantenerse en forma, con un juego de cuchillos profesional y con un set completo de rodillos y pinceles para pintar la casa. Después fue el conjunto de maletas, la cama hinchable, tan útil en los viajes, el aparato de corrientes para ejercitar los abdominales y el audífono Oreja 9.000 (su marido parecía estar perdiendo oído, apenas la escuchaba cuando le hablaba).
Y más adelante fueron la vajilla y la cristalería Deluxe, que venían con aparador incluido, y el piano de cola, que tan elegante quedaba en el salón.
-¡¡¡Blooooooooooommmmmmmm!!!!!- retumbó en el parque una mañana.
A los pies del árbol, junto a su rama partida, yacían desparramados collares, cuchillos, bici elíptica, tele de plasma, maletas, audífono, cristalería hecha puré …
- ¡La culpa es tuya!,- le espetó Manoli a su marido, que desplumado e imperturbable, le miraba de una forma de lo más extraña.- Te dije que estabas ganando peso.

martes, 14 de septiembre de 2010

El pulpo.

Nuevo micro-relato para una ilustración de Rubén. En principio iba a ser sobre un monstruo terrorífico de las profundidades marinas, pero salió ésto:

     La primera vez que le ví, aferrado con sus ventosas al cristal del acuario, mirándome suplicante, me partió el corazón. “¡Sácame de aquí!”, me gritaba cada mañana, cuando pasaba camino del colegio, agitando los tentáculos para llamar mi atención. Así que, me armé de valor y al cabo de unos días me colé en la marisquería El Centollo de Oro. La verdad es que no resultó nada difícil; papá y mamá siempre repitiendo que “allí nos era del todo imposible entrar” y a mí me bastó con empujar la puerta … Lo metí en la mochila y salí a todo correr.
     Al llegar a casa me encerré en el aseo, y tras llenar la bañera, lo introduje dentro con cuidado.
- Gracias, - escribió con gel sobre los azulejos de la pared.
     Después hizo unos largos para desentumecer los brazos y trepó hasta el grifo para demostrarme su habilidad con los saltos acrobáticos: pirueta, doble pirueta, voltereta mortal … Aplaudí entusiasmado.
- ¿Qué haces ahí?- gritó mamá desde el otro lado de la puerta.- ¿Qué es tanto chapoteo? ¡Abre inmediatamente!
     Y como era cuestión de tiempo que nos descubriesen, abrí.
- ¡Vaya!,- exclamó mamá boquiabierta.
- ¡Vaya!,- exclamó papá sorprendido.
- ¡Vaya!,- exclamó la abuela asombrada.
     Y no se si por miedo o por vergüenza, el pulpo se hizo tinta encima, dejando la bañera perdida.
- Bueno, si va a ser uno más de la familia, tendrá que llevar una vida normal, - dictaminó mamá tras largas deliberaciones.- Mañana lo matricularé en la escuela.
     ¡Qué nervioso estaba su primer día de clase! La abuela tuvo que adaptarle el uniforme, no había pantalones con ocho camales. Sentado en su pupitre, atendía absorto a las explicaciones de la maestra. Y tomaba apuntes. Y levantaba la mano cuando aquélla hacía una pregunta. Y dibujaba un paisaje. Y fabricaba aviones de papel. Y hacía malabarismos con las gomas … Todo a la vez.
    También en casa era un crack, mamá estaba contentísima: le ayudaba a fregar, a planchar, a quitar el polvo …
     Y era increíble en las extra-escolares. En poco tiempo obtuvo el cinturón negro de karate y se reveló como un virtuoso del piano, la anciana profesora lloraba de emoción con sus interpretaciones …
     Pero todo cambió la tarde en que conoció a Chopin. Le invadió la melancolía y se puso gris de tristeza. Suspiraba por los rincones, y de noche, acostado en mi cama, junto a la suya, creo que le oí llorar. Añoraba el mar.
     Un Domingo, tras preparar su equipaje, nos fuimos en coche hasta la playa cercana. “ Si le quieres de verdad, has de dejarle marchar”, había dicho mamá.
- Te echaré de menos,- le susurré entre lágrimas.
- Te echaré de menos,- me abrazó por todas partes.
     Y se alejó mar adentro, zambulléndose con doble pirueta, mientras con su tinta escribía “Adiós amigo” sobre las olas.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Odio Septiembre.

Esta es una ilustración para el cuento de Almu, que podéis leer en "El complot de los ácaros".

jueves, 2 de septiembre de 2010

Otoño.


Septiembre... Ya se percibe, se huele, está cerca... Lo odio.