viernes, 28 de mayo de 2010

Ilustración de "El viaje del ermitaño"


"¡Estaba tan orgulloso de su casa nueva...!"

miércoles, 19 de mayo de 2010

Una de... miedo??

El ejercicio de esta semana del Complot de los Ácaros, una historia de miedo. Me resulta imposible, es más bien cómica:

"Sudaba copiosamente bajo las sábanas, aferrándolas con fuerza sobre su cabeza. Notaba las pequeñas gotas deslizándose por su cuello y por su espalda, pero era incapaz de mover un músculo, ni de gritar llamando a mamá.
Rezaba el "Jesusito de mi vida", la única oración que recordaba completa, suplicando quedarse dormido, atento a cada ruido mínimo de la noche. En la oscuridad retumbaban como estruendos.
No comprendía cómo mamá había reído y aplaudido emocionada cuando le mostró el diente sobre la palma de la mano. Recordaba perfectamente que hace apenas tres meses, gritó como una posesa llamando a papá, encaramada sobre una silla, cuando un ratón se coló en la cocina.
¿Qué tenía éste de diferente? Mágica o no, seguía siendo una rata.
A su amigo Juanjo le cambiaba cada diente por una moneda de dos euros. ¡A él no le importaba el dinero!¡Daría con gusto todos sus ahorros de la hucha por que no se presentara!
Sólo imaginarlo trepando por la colcha, correteando sobre su cuerpo, deslizándose bajo la almohada... se le erizaba cada pelo del cuerpo. Y su cola... no quería pensar en su cola delgada y peluda serpenteando junto a su cara.
Maldijo entre lágrimas a aquel ratón macabro empeñado en construir una mansión infinita con dientes ensangrentados."

domingo, 16 de mayo de 2010

El corazón de la tortuga.


Ilustración para el cuento de Rubén.

martes, 11 de mayo de 2010

Caracoles


Ésta es la portada de un proyecto de álbum ilustrado, con técnica de collage (trozos de revistas y de kleenex pintados, un final más digno del habitual. Bueno... al menos eso he pretendido).

domingo, 2 de mayo de 2010

El utopífono



Este es el resultado de un ejercicio propuesto en El Complot de los Acaros, a partir de una palabra inventada. Adjunto diseño del artilugio (para los que carecen de nociones básicas de ingeniería):

EL UTOPÍFONO

El anciano reparador de utopífonos no daba crédito a lo que veía. Tenía ante sí la máquina más deteriorada que se pudiera imaginar. En todos sus años de oficio no había visto nada semejante. Habían pasado por sus manos utopífonos en muy mal estado, pero ninguno como éste. Se conmovió profundamente al pensar en su triste propietario ¿Cómo habría llegado a esto?

Lo cogió con delicadeza, parecía tan frágil, y lo colocó despacio sobre la mesa del taller. Se ajustó las lentes de aumento en la punta de la nariz y lo observó detenidamente. Una fina pátina de herrumbre lo recubría por completo, sin duda como consecuencia de un exceso de lágrimas. El ilusiómetro estaba parado, sus manecillas colgaban desmayadas apuntando al suelo, y los muelles de las fantastiquillas aparecían enmarañados unos con otros. Las bujítrémulas de la risa fundidas, la cadena quimericante partida, el alegríadador roto… Tardaría semanas, tal vez meses, en repararlo y ni siquiera estaba seguro de poder conseguirlo. Era el trabajo más complicado que se le había presentado nunca, pero le gustaban los desafíos.

Empezó desmontándolo, pieza por pieza, y limpiando el óxido de cada una de ellas con un paño suave y una solución jabonososegante, despacito, con cuidado de no quebrarlas. Al desarmar el depósito, descubrió que estaba lleno de monstruos oscuros. Lo taponó con la mano y corrió a vaciarlo en el retrete, no fuera a escapar alguno y a instalarse en su taller. Lavó el depósito con esmero y lo rellenó con líquido esperanzoso, cerrándolo bien para que no se evaporara, es tan volátil…

Y siguió durante días y semanas de trabajo agotador, hasta que una tarde, después de largos meses atendiéndolo con mimo, una bujítrémula empezó a vibrar, apenas un zumbido imperceptible. Poco a poco resonó con más fuerza y de pronto, se sumó la de al lado (las bujitrémulas, como es bien sabido, funcionan por simpatía), y otra más, y otra, hasta estallar las veinte en una sonora carcajada. Esto puso en marcha la polea satisfactrófica y la cadena quimericante empezó a girar.

El viejo artesano contemplaba el milagro emocionado, el utopífono agotado resucitando, el corazón roto de su propietario volviendo a la vida.